El valor de la verdad y la verdad como valor (Introductoria a las columnas que siguen)
El hombre tiene una vida personal en que intervienen su sentir y su pensar; se trata de su vivencia consciente; en cuyo sentir participan el sentimiento, la emoción
I
El hombre tiene una vida personal en que intervienen su sentir y su pensar; se trata de su vivencia consciente; en cuyo sentir participan el sentimiento, la emoción y la pasión, el querer y la voluntad, que se ejecutan en su hacer.
Y tiene también una vida social y cultural, inmersa en un proceso histórico.
En tanto ha intervenido su pensar en tal proceso, primero fue el estudio del ser en las Edades Antigua y Media de Occidente, después fue el estudio del conocer del ser, en la Moderna, y fue por fin la aplicación del conocer del ser en la Contemporánea, con el conocimiento científico y la industrialización. Y abarcando todo el proceso, una conciencia filosófica.
Los ideales personales en cada una de esas épocas -su principio y valor respectivos-, fueron sucesivamente la figura del sabio, del santo, del científico e inventor, del ejecutivo... que implicaron una inclinación del sentimiento y la adopción de un estilo de vida; el sentido que la vida tuvo en suma, que unió en lo concreto subjetividad y objetividad.
Desde la Edad Moderna, se sucedieron las ideas del racionalismo y las sensaciones del empirismo, confrontadas primero en debate teórico pero sin embargo, ambas necesarias para pensar y conocer. Puesto que la sensación sola es ciega en tanto que la idea sola, vacía. Ni es que pueda derivarse de esta última la existencia de su contenido (como se pretendió hacer con la existencia de Dios), ni de las sensaciones, más que un hábito al asociarlas.
Porque se piensa con ideas y se las verifica con sensaciones, es que se hizo necesaria una síntesis entre forma y contenido del pensar, que el idealismo trascendental vino a representar. Con el aporte en este último, además, de una importante filosofía moral. El ser entonces, pero también el deber ser.
Idealismo retomado luego, en procura de una nueva síntesis, ahora entre espíritu subjetivo y espíritu objetivo, comprendiendo la vida social y cultural que asimismo tiene -tenemos dicho- la vida del hombre... y su expresión por la emoción y la pasión, con el surgimiento paralelo de un movimiento romántico.
II
Por su parte, a esta historia misma como proceso, le correspondió su estudio por la historiografía. Es que aún a cualquier interpretación filosófica que acompañe el proceso, por universal que se la pretenda, le es necesaria su relación con el pasado, por ser ella inexplicable sin éste aunque igualmente irreductible a él; y atento a que el relato se hace desde una situación actual "necesariamente implicada en la interpretación total de ese pasado".
Historiografía que contó con los aportes de modernas disciplinas como la psicología y la sociología; con leyes según la experiencia que se apartaron tanto de un intelectualismo abstracto como de la metafísica tradicional; y con la atención puesta en destacar la originalidad que la vida espiritual y el mundo humano tienen. Surgiendo así, en la Edad Moderna, las ciencias del Espíritu; las que, no desprovistas de carácter crítico, procuraron una razón histórica.
Pero tomada en cuenta esta razón en la inmediatez de su contenido, se centraron dichas ciencias en la vida interior del hombre, en su experiencia vivida, en el ser personal pero en su propia intimidad. El que se va formando en el tiempo y en un proceso siempre abierto.
Es que el individuo humano es en sí mismo un sentirse vivir, es una conciencia vital, sin dejar de ser elemento de un mundo humano, con su sistema de "conexiones estructurales". Y sin que deje de buscar él en su interioridad esa unidad que lo torne inteligible para sí y le permita entender ese mundo de relaciones, de acciones y de reacciones. Todo ello, mediante una experiencia inmediata y concreta.
Vale decir, hay ya estructura en esa vida interior espiritual, por la relación que tiene con la vida en su unidad, dada ésta "en la inmanencia de un fin": es la presencia de la totalidad de una vida, en cada uno de sus momentos.
Estructuralidad de la vida psíquica por tanto, con relaciones constantes en el modo que la conciencia tiene de comportarse frente a sus contenidos. ¿Y cuáles son estas formas?, pues la aprehensión del ser en el conocer, la determinación del valor en el aprobar o reprobar y la postulación de un objetivo práctico en el querer. En conexión inseparable ellas, en la unidad del acto de conciencia; que comprende el pensar, el valorar que involucra el sentir... y el hacer.
Y proyectada tal individualidad en un todo, del que recibe significado y al que contribuye a conferírselo. Existencia condicionada en la vida social -sin olvido-, por las relaciones con los otros. Las que, una vez "consolidadas y estabilizadas", dan lugar a formaciones supraindividuales más o menos permanentes.
Habida cuenta que ya en la introspección el individuo, que es conciencia de sí, no se limita a vivir algún estado sino que requiere de él algún significado; lo hace mediante un discurso interior con que se lo expresa. Conexión pues entre su vivencia, su comprensión y su expresión... en un proceso que se objetiva en construcciones conceptuales. Pero que ya antes de éstas, en dicha expresión misma se da ser a ese mundo espiritual que es fundamento de toda comunidad de hombres libras... y es en una así constituída, y por su propia y libre expresión, que llega el hombre a conocerse del todo a sí mismo.
III
Y ha de ser en nuestra época, en la Contemporánea y en el sudoeste de Alemania, que se cultive una Filosofía del Espíritu como fundamento de tales contenidos culturales. Es la antedicha conciencia filosófica, que los abarca.
Es que -como teníamos dicho y retomamos acá-, con la síntesis operada por el idealismo trascendental se había desarrollado también una filosofía moral, del deber ser y de la responsabilidad, que habrá de derivar a la sazón, ya en el siglo XX, en una Teoría de los Valores. Entre los cuales, el valor de la verdad y ésta por tanto, tenida como valor... que es nuestro título.
Teoría en cuyas dos primeras expresiones se identifica al trascendental con los valores hasta llegar a hacerse depender la objetividad del ser al deber ser; donde se distingue entre ciencias naturales e históricas y donde se identifica esta realidad histórica con mundo de la cultura.
Es que con el auxilio de los avances en historiografía, se destaca la encarnación en el flujo temporal (histórico) de valores, a partir de juzgar al objeto con el acto de su aprobación o reprobación.
Pero nos asalta a esta altura una objeción, ¿dependencia de la objetividad del ser al deber ser, sumisión entonces de todo conocimiento objetivo a una conciencia que valora, a un sentimiento moral?... Cabe admitir un plano trascendental, con principios apriori o valores que rijan la conducta, pero de ahí a convertir a éstos como objetos del conocimiento mismo... y por tanto en nuestro caso, que la verdad lo sea... si bien es de interés la afirmación de que en el conocimiento el ser se refleja sobre sí; y es de aceptar también que la realidad histórica se manifiesta en mundo cultural.
Por eso tampoco nos convence un deber ser como objeto trascendente a la conciencia... siendo que se reconoce a un tiempo que los valores no son sino que valen y se sostiene aún, que la necesidad del deber ser es una "necesidad forzosa o normativa" y no física.
Inclusive, lleva a cabo la teoría toda una sistemática de los valores, distinguiendo en cuanto a la verdad, entre el bien (la verdad), su correspondiente esfera de actividad espiritual (la lógica), su función (el juicio) y su respectiva visión filosófica del mundo, que si es el misticismo, parece otra vez quedar el conocimiento atrapado a la fe.
Por lo expuesto, una última objeción nos merece la teoría (en alguna de sus expresiones). Y es esta extensión a la esfera religiosa, siendo que en ésta los valores no sólo que valen sino que son. Y siendo que a los valores les cabe la antigua advertencia aristotélica de que las cualidades no se dan sino en un ser subyacente. No puede pertenecer dicha esfera entonces, a una filosofía crítica de la historia. Crítica decimos, en el sentido de estudio de sus condiciones de posibilidad.
En otra expresión de la teoría, se intenta una estratificación de lo real; donde cada estrato se afirma frente a los inferiores, de lo que desprenden leyes categoriales; como es la ley de libertad; según la cual y en cuyo ámbito, la conciencia es libre frente al organismo; al que sin embargo está ligado. Con lo que debemos coincidir.
IV
Y abarquemos en este movimiento en cierto modo circular del pensamiento moderno y contemporáneo de la Europa occidental (círculo nunca cerrado, siempre abierto al replanteo), a los pensadores españoles de la primera mitad del siglo XX, que tanta influencia tuvieron en nuestra América hispanoparlante. Quienes se ocuparon de una razón vital. Y en consideración al hombre en concreto.
Quienes, apoyados en las últimas expresiones de la filosofía alemana de entonces (la fenomenología, el existencialismo), apuntaron a la vida como realidad radical. Es la que, entendieron ellos, da razón de los hechos -de la vida humana, acotemos-. Enseñaron que debe apelarse de los hechos a su hacerse, derivando este hacerse de la vida humana; reflexión en que toma esta vida posesión de sí, dando razón de sí como verdad radical... lo que nos parece sensato, al menos en lo que al hombre concierne.
Ello, con apoyo en la historia; la que reúne la multiplicidad de perspectivas que han procurado una noción de vida en general; pero que la única que en verdad nos es presentada en su realidad, es la propia; que se pueden sí entender las ajenas, pero desde la propia; les estaría yo aplicando, mutatis mutandi, mi perspectiva.
¿Y qué es vida humana entonces?pues "lo que hacemos y lo que nos pasa". O mejor: "lo que hago y lo que me pasa", en indicativo, en primera persona del presente, "que es el modo y el tiempo de lo real", se sostiene. Es donde se da el proyecto que yo elijo, sea con la imaginación o la fantasía, entre posibilidades de ser que se me presentan, en función de tal proyecto, como facilidades o dificultades, dadas en el ámbito en que me encuentro con lo "otro que yo"... que por mi parte trasciendo (y me trasciendo) al, sólo que no me es dado hacerme.
Es pues una filosofía aplicada al vivir como realidad radical: es lo que me encuentro, como lo encuentro y en lo cual radican las demás realidades. ¿Y cuál es? es pues mi vida. Que es siempre, vida por hacer. Es que me encuentro ya en la vida, encuentro en ella a las cosas y a mí mismo y tengo yo que hacer esa vida, hic et nunc, sólo que no me es dado cómo sino que de mí depende.
Si digo "cosa", refiero a un objeto; pero si digo "yo", designo una perspectiva de la realidad y lo hago desde su centro. "Yo" es oposición a toda cosa y a todo "no-yo". "Perspectiva", que puedo siempre cambiar; "cosas" con las que puedo hacer algo como anticipación a mi efectivo vivir. "Perspectiva" que señala mi propio vivir y también la totalidad de mi vida en esa realidad..." en la que proyecto algo.
Elijo una posibilidad y una situación entre otras. Con lo que suprimo o postergo a esas otras; que tal es, el precio que mi libertad tiene.
Digo entonces que, por mi parte, mi ser es medida del tiempo (expresado en el lenguaje), ¿y qué tiempo? el de mi duración. De modo que soy donde estoy (conciencia y actividad en la situación que es la actual), soy también lo que he sido (que mi memoria ha retenido), cuyas circunstancias confluyen aquí y ahora, pero sobre todo y para mí mismo, soy lo que proyecto ser todavía; es así como me imagino; es esto, lo que me da sentido y significado y lo que involucra mi vida entera. Porque soy quien proyecta en las cosas esta anticipación de mí mismo que es mi propósito; para mí mismo por tanto, soy esta anticipación que objetivamente todavía no soy... de lo contrario, me estaría limitando a la conservación de mi cuerpo; si bien también, necesariamente lo soy.
Y es que mi vocación es -su etimología lo dice- a lo que me siento llamado a ser, aún por sobre la limitación misma que pudiera tener mi vida. La que en caso contrario, habría carecido de significación.
V
Y llegamos por último a la verdad filosófica. Más precisamente, a una experiencia de la verdad filosófica. Que si bien es históricamente pretensión de totalidad, lo es, experimentada en el devenir de la razón. Y que como experiencia concreta, nace de la inquietud que la situación de incertidumbre genera. Y en la que no se puede permanecer. Sobrevenida, en la historia de Occidente, al debilitarse la fe en el mundo moderno, y surgida que fuera la duda (cartesiana), que sólo querrá admitir la evidencia. En tanto que antes, con Agustín de Hipona, se decía que el alma orientada a Dios era por Él iluminada con la Verdad, ahora en cambio tan sólo del sujeto humano y de su razón habrá de depender.
Si bien filosofía ha sido desde siempre búsqueda de un principio incondicionado, superada que fuera la mitología (expresada poéticamente, que se siente más y requiere menos de razones) así como las primeras prácticas para averiguar la verdad: ordalía en sociedades primitivas (y en la Edad Media religiosa), la veritas y el oráculo profético, entre los antiguos griegos y romanos. Prácticas éstas que, no obstante, suponían ya el despliegue del tiempo (siempre el tiempo, que gastamos y que nos gasta, escribía Borges); porque ordalía es investigación del pasado, veritas lo es del presente y profecía lo es del futuro. En ese sentido, habría dicho Anaximandro que el principio y elemento de las cosas es lo indeterminado; y de aquello de que tomó su origen vuelve a ello por su disolución; dando así satisfacción por la injusticia según el orden del tiempo. Asombrosa intuición, en época tan lejana: hay principio y hay elemento pero todo, nace y muere en el tiempo.
Por eso es que la filosofía -a imagen de lo infinito- vuelve siempre a sus orígenes y repite su recorrido... pero para proseguirlo en el desarrollo de un pensamiento. Es búsqueda del principio en su doble sentido: como comienzo del todo y como la razón a que este todo responde. El principio y el elemento; ya lo decían los antiguos, sólo que, dados en la temporalidad; o la imagen de la circularidad, que suele significar infinitud.
Desarrollo que lo fue, con Parménides primero, la distinción entre el noûs y el logos (que es decir: por el conocer, lo que es), quien afirmara que siempre el ser es y el no ser no es, dando formulación al principio de no contradicción lógico; no pudiéndose afirmar que el ser no sea ni que el no ser, sea. Relación de conocimiento pues, en su verdad formal.
Si antes mito y religión, ahora filosofía propiamente; que es recién conocimiento; nombrada por Aristóteles filosofía primera como ciencia de las causas y de los principios. Distinguiendo éste a ese efecto entre los que teologizaron y los que filosofaron.
Fe y razón, no ya indistintos; que no es ya, decir lo mismo. Siendo recién los últimos, los que filosofaron -sostiene el estagirita-, quienes buscaron la verdad. Y dentro de la razón, su definición de verdad y falsedad: es la primera decir de lo que es que es y de lo que no es que no es; y es la segunda decir que lo que es que no es y que lo que no es que es. Incluyendo de este modo al decir; esto es, al lenguaje; ya presente en el pensar interior y no sólo en su comunicación.
Pero por todo lo expuesto nos resistimos a admitir, situados en el pensamiento contemporáneo, que la verdad sea el objeto del conocimiento, como afirmara cierta expresión de la Filosofía del Espíritu sudoccidental alemana. La verdad es relación y es calificación de esa relación... no es una esencia objetiva; ni mucho menos, una sustancia. Lo que hay es una proposición (verdadera o aparente) y que expresa una relación con ella. Relación de correspondencia o adecuación Es verdad que puesta en un enunciado, y en cuanto que se corresponda con algo que se adecua a él.
Tal es la verdad, como valor teóricamente bien entendido. ¿Y cuál es su valor, en el sentido de la importancia práctica que hoy se le acuerda? ¿no se falta a ella tantas veces por razones de conveniencia, acaso? ¿no se promete en la vida pública para obtener algo hoy, lo que no se cumple mañana? Es que así, se puede llegar lejos... pero lo que no se puede es regresar, sostiene el proverbio.
¿Puede afirmarse legítimamente que se dominan los peligrosos efectos derivados de la descomposición de la materia y de la liberación de la energía, por caso, cuando no se hace otra cosa que amenazar con ella? ¿se conocen y dominan a sí mismos siquiera, quienes así obran? ¿salen limpios de la política, por lo general, los que a ella ingresan?
Importancia por eso de la historiografía puesta al servicio de la filosofía, que nos hace retomar siempre desde sus orígenes, en aquella mitología tan poética y emotiva, el movimiento del pensamiento... que es la vida del espíritu.
Ello sin olvido de que su reflexión -lo que podríamos llamar casi, una filosofía de la filosofía-, nos debiera conducir al auto-cuestionamiento, en que la filosofía consiste en definitiva en su misma auto-constitución... por ser la vida hecha consciente de sí, que se interroga.
Que así, la verdad surge en concreto de ese nunca estar seguro, que exige reconsideración cada vez... lejos de consecución de verdad absoluta alguna que autorice imponerla a todos... sino que surge de la reafirmación de nuestro deber ser, siempre humildemente replanteado y así renovado, en cada una de las situaciones de la vida ¿es lo que ahora debo hacer?
De modo que la duda, que abriera al pensamiento moderno, así como la crítica del conocimiento que lo continuara, nos han conducido a una ética de la responsabilidad por las consecuencias de su aplicación. Ética que es en concreto nuestra moral individual, recurrente a cada situación que nuestra precaria vida personal nos presenta, y que nos obliga a preguntarnos cada vez: cómo debo obrar bien ahora mismo. Porque es buena una vida con principios, a condición que se concreten cada vez. La moral dejada en lo abstracto es declamación hipócrita.
La auténtica es, filosóficamente, principio en ambos sentidos. Al que siempre se vuelve y de siempre necesaria determinación concreta. No nos evita morir; sí, nos permite vivir con dignidad... sujetos todos a la justicia de Cronos... como nos continúa enseñando Anaximandro.
Autor: Juan Alberto Madile Rosario, abril de 2024.
(continúa)
