De oscuro origen
Del género homo, no ya pitecántropo; vale decir, productor de sus propias herramientas. Tal, nuestro oscuro origen. Pero no ya, tampoco, el mero instinto; en posición erecta...
Del género homo, no ya pitecántropo sino ergaster; vale decir, productor de sus propias herramientas. Tal, nuestro oscuro origen. Pero no ya, tampoco, el mero instinto sino en posición erecta que deje libres miembros superiores y permita ver más allá; con un tamaño creciente de su cerebro para imagen de un plano de su entorno. Cerebro que requerirá un mejor combustible, de herbívoro a carnívoro para mejor provecho de la variedad de hierbas del herbívoro y autonomía de movimientos, para la amplitud de ambientes a los que acceder.
Así, el homo sapiens; que sin perder la búsqueda del contacto, del que nace el deseo, en su reposo del suelo contempla la noche estrellada en la que intuye un lenguaje que busca descifrar. Astros a años luz de él; pero en él, la luz del entendimiento.
El suelo y el cielo entonces. Y en medio de ambos, el trayecto del hombre. A quien no le basta el primero ni alcanza el segundo. Pero que sí, irá sustituyendo la mueca y el gruñido simiescos por un aumento del espacio vertebral que dé participación a la palabra, portadora del significado y de la idea abstracta. Y a su comunicación y permanencia como legado cultural. Porque hallada la palabra, la mente encuentra su reposo transitorio y el significado un lugar donde residir.
De ahí, no menos de 900 mil años sin aparente evolución. Pero ese es el tiempo de la geología, no de la vida humana individual. Que ésta no puede vivir ese transcurso pero sí abarcarlo en su conciencia y concentrarlo en una idea; la que se transmite.
¿Habrá sido un ancestral instinto nómade en razón de alguna mutación neurológica, se pregunta James Shreeve, lo que llevara al desarrollo del lenguaje y a la ocupación del mundo?... o simplemente un cambio climático con el bosque vuelto sabana, que el análisis de sedimentos del fondo atlántico comprueba.
Y respecto del lenguaje, se ha advertido que si bien el homo erectus es más parecido al homo sapiens que al australopithecus, el ya referido orificio de la vértebra que da cabida a la médula espinal es menor que el del ser humano moderno y limitada como para haber permitido el habla, ni tampoco su cerebro se parece al actual, por lo que "no habría sido capaz de razonar e imaginar", ha sostenido Rick Gore... y es claro que un gruñido gutural no equivale todavía a la palabra.
Lo que sí, la migración de un grupo de cazadores-recolectores del África nororiental hacia el Este, "en el silencio literario de la prehistoria". Que hoy, la comprobación genética ratifica: el ADN, tanto el mitocondrial transmisible de madre a hijo como el cromosomático determinante del sexo masculino, de padre a hijo.
Por cuyas mutaciones se sabe que el hombre actual vivió en África el doble de tiempo que en cualquier otro lugar; y que descendemos todos de Lucy, quien allí vivió hace unos 150 mil años. A lo que se uniera después un Adán "cromosoma Y", igualmente africano. Que marcadores en bosquimanos (sudafricanos) y pigmeos (centroafricanos) actuales, así lo indican.
De modo que de ahí, hace de 50 a 70 mil años, una "oleada" de personas llega a las costas del Oeste de Asia, facilitado su acceso por el descenso del nivel del mar por glaciaciones y atravesado que fuera el valle del Nilo por el Norte y del Cuerno de África hasta Arabia, por el Sur.
Peregrinación que ahí parece haberse dividido: algunos, establecerse en Oriente Medio en tanto que otros, haber seguido la costa hasta la India y más allá, hasta alcanzar Java primero y Australia después; hace unos 45 mil años (restos del Lago Mungo lo dicen). Y es manifiesto el muy antiguo linaje de los indígenas australianos.
Por otro lado en Europa, a los glariares sobreviven neardentales, llegados seguramente de una inmigración anterior de "humanoides pre-modernos". Y hacia allí, hace unos 40 mil años, avanzan los humanos, ya los actuales; viéndose reducidos los anteriores a "pequeños receptáculos" que terminan por desaparecer.
Se ha debatido acerca de la inteligencia que pudieron haber tenido, según sean interpretados sus vestigios: ¿simples ornamentos o símbolos?, ¿enterramientos intencionales o mero canibalismo?, se pregunta Joan Rosell Ardévol, de la Universidad de Tarragona. En todo caso, ancestros nuestros igualmente.
En tanto que otro grupo de humanos se dirige a Siberia central (la cueva de Denisova lo prueba), para terminar algunos de ellos cruzando a América. Hace de esto entre 20 a 15 mil años. Quienes una vez ahí, se dispersarán hasta su extremo Sur. En aproximadamente unos mil años. El ADN de los nativos americanos, en efecto, los vincula con Asia.
Alcanzando así, la colonización de todo un planeta... el mismo que les había ofrecido las condiciones para la vida.
¿Y a qué condujo esto sino a su agotamiento y a una crisis ecológica? ¿Supieron acaso emprender el vuelo que la noche estrellada sugería?
Su publicación periodística: el 24 de octubre de 2023 en Rosario, bajo el título: "Un largo viaje a través de la noche estrellada"