Los enigmas de la Metafisica y las configuraciones del mundo
La Metafísica fue tema central de la Filosofía. Se ocupó de los entes suprasensibles, es decir, de los que se hallan
La Metafísica fue tema central de la Filosofía. Se ocupó de los entes suprasensibles, es decir, de los que se hallan más allá de nuestra experiencia sensorial. Tales como la substancia, el alma, el espíritu. Y consideró problemas como la distinción entre substancias, la inmortalidad del alma, las pruebas sobre la existencia de Dios y otros similares, propios del mundo antiguo y medieval. Que se prolongaron hasta principios del mundo moderno.
Así para Platón, realidad (idea) fue todo lo que puede ser "ideado" (o pensado). Pero Aristóteles advirtió: el ser por excelencia es aquel al que los otros modos del ser deben referirse para que puedan ser pensados como reales. Realidad concreta sólo podía ser considerado entonces, el individuo. Porque sólo de él se podía predicar sin que él fuera predicado de otra cosa. La imagen que se tenía era la unidad del organismo; al que se hacía inherente, un alma. Y para que no toda base resultara material, se supuso una substancia permanente en la cosa, compuesta ésta de materia y forma y con causas, de eficiente a final, en su devenir.
La Escolástica medieval quiso en esa substancia, destacar de la corpórea otra espiritual; a fin de ubicar aquí a Dios, a los ángeles y al alma. Ésta, por incorpórea, tenida asimismo por inmortal.
Ello, hasta principios de la Edad Moderna, en que el racionalismo cartesiano intentó hacer ver la diferencia, todavía metafísica, entre substancia extensa y pensante; y ésta, en el hombre. Creyendo poder demostrar la existencia de Dios a partir de la idea, innata en nosotros seres pensantes, de una substancia infinita y perfectas que no pudo ser creada por nosotros, seres finitos e imperfectos. Que por tanto, tal ser existe. Carecería de perfección de no existir.
Tales los temas, entidades y problemas que ocuparon al pensamiento occidental con anterioridad al mundo contemporáneo. Es en éste que surge la denominación "espíritu objetivo", derivado del idealismo alemán; el que alcanzara su completo desarrollo en el sistema de Hegel; aún con resabios metafísicos: al decir que es el pensamiento "sustancia universal del espíritu" o de que tenga el hombre a la "libertad como su sustancia".
Es que según él, todo el desarrollo de la realidad lo es de la idea; siendo la Lógica, la ciencia de la Filosofía. Es que sigue sin quedar claro en él, si es ya en la existencia que se manifiesta esa esencia que él ve en la idea o si ello ocurre recién, en tanto que el hombre la piense; tampoco queda claro si puede haber esencia alguna que permanezca de no ser en algún elemento material que la soporte... si aún el hombre mismo debe hacerse su propia esencia, por sus actos y en sus obras... pero sí es de retener, que lo más excelente que el libre pensamiento posee, es su ocupación consigo mismo... por ser aquí, esa actividad del espíritu que se objetiva en obras.
También muy cierta es, su exigencia de que el pensamiento sea "concreto y no vacío", pero de ahí a que sea la substancia... en modo alguno. Ni la hay ni lo es el pensamiento. Tampoco lo es la idea, ni espíritu alguno que pueda generarla.
Pero sí, tenemos dicho, una objetividad del espíritu; cuando las transformaciones operadas en la realidad por aplicación del conocimiento fueran interpretadas a su vez por las ciencias contemporáneas (historiografía, psicología, sociología). "Espíritu objetivo" que, traducido a la ciencia social actual, es la cultura social. Sometida a estudio separado y con prescindencia de la tradición, de la fe, de las creencias. Esto es, las configuraciones del mundo actual sometidas a razón científica estricta.
De modo que tanto la Historiografía nos ha hecho ver, entonces, las concepciones del mundo propias de cada época, como la ciencia mostrado una autoconciencia que permitió alimentar en el individuo un pensamiento libre; y a la vez, en correspondencia con su cultura social. Categoría ésta, la de "cultura", que W. V. Humboldt supo definir como: "la producción de un mundo en la individualidad"... si bien surgida ésta, nos permitimos advertir, de ese mismo mundo que a la vez refleja. Es que hay algo en la cultura social que es más que el individuo mismo y dota a su vida de sentido. Son valores que en ella se realizan, en sus respectivas esferas (del arte, la ciencia,...), cada una expresando "toda la materia del mundo en su especial lenguaje", en términos de Simmel.
Y ya en pensadores de nuestros días, si bien en algunos el vocabulario pueda impresionar todavía abstracto, se produce un pronunciado descenso a lo concreto y a la mera existencia; aunque no se lo confiese con la debida humildad. Lejos en todo caso, de sustancias universales o de esencias objetivas que se pretendan descubrir en las cosas.
Lo testimonia un Deleuze, quien se detiene a considerar al individuo; cuya identidad hace derivar tan sólo de la diferencia que se encuentre en experiencias particulares. Para quien tampoco existe un ámbito de lo mental sino que pensamos tan sólo con imágenes y en un "plano de inmanencia" (éste mismo, no más que imagen). Si bien puedan elaborarse conceptos más complejos. Pero ajenos a todo espesor interior y a toda trascendencia objetiva.
Y ha sido Heidegger acaso el más completo ejemplo de este atenerse a la situación del sujeto. Ocupándose del ser y del ente; entendiendo por lo primero (podemos traducir), "razón de ser de la existencia"; y a lo segundo lo es, cada existente. Siendo el hombre (y puestos en relación ambos términos), "el ente que se ocupa del ser". Tal, el fundamento de su ser (tanto lo es su "comprensión-del-ser" como la de su época).
Denomina al hombre "ser-ahí" (Da-Sein, en alemán): nada más concreto a su respecto podría decirse. Ente que a sí mismo "se encuentra" en primer término, en un estado que llama de "yecto", vale decir, entre las cosas de las que debe ocuparse; lo cual no le basta, sino que pasa a preguntarse por el ser, requiriendo algún sentido a su existencia. Lo que muestra su carácter de "abierto" a la realidad. "Encuentro de sí" y "estado de abierto", pues, que lo impulsan a proyectarse a las posibilidades que tiene. E intentar realizarlas.
Es de este modo solamente que "trasciende" su situación, por serle preciso "realizar" una esencia de la que carece... pero a partir de su existencia y sin poder salirse de la inmanencia de su vida. Sólo metafísico, lo es en estos términos, parece decirnos... aunque no sea explícita su renuncia a la Metafísica.
De modo que, si es que hay aún cabida en el pensamiento de nuestro tiempo (fuera de la respetable fe personal) a una consideración metafísica, no lo es en el sentido que indica su etimología (un "más allá" de la realidad física) sino que se trata siempre del hombre, y concretamente situado... el que además se interroga. Sólo que hoy, más bien parece poder hacerlo sobre la nada que sobre el ser, como al mismo Heidegger le ocurre. ¿Será que el hombre, el "ente que piensa", ya intuye al preguntar qué es lo que se cierne a cada momento sobre él?
Volviendo a Deleuze brevemente, y sin llegar a la negación del pensamiento mismo, si bien es de apreciar la resistencia que opone al pasado por dogmático y es de respetar su mirada "abierta a un porvenir del pensamiento", no dejemos de asumir que tras el pensar, la confusión siempre retorna; que aún en él, su unidad orgánica no es más que imagen en un plano. Imagen asimismo éste, carente de densidad; cuya superficie, tan sólo un contexto determina en cada caso.
Y con todo, conduzcamos ese pensar a su estado más intenso; si la profundidad de lo real no es más que eso. Y hagámoslo sin expectativas excesivas; si cuanto nos acaece (etimológicamente: lo que "nos cae encima"), es lección de humildad que nos da la vida a cada paso. Que no se nos agote ésta, sin haberlo aprendido. Y seremos al menos, recordados con indulgencia.
Su publicación: en el periódico "La Capital" de Rosario (Argentina), a página completa e ilustrada, el 05/08/2024.