Juan Alberto Madile - Pensamientos
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Analisis del comportamiento politico a traves de Maquiavelo

¿Se alcanza el resultado político perseguido con sujeción a una actitud moral estricta?, de no ser así: ¿el fin justifica los medios?, ¿es necesario el engaño para inducir un determinado comportamiento ajeno? 

   ¿Se alcanza el resultado político perseguido con sujeción a una actitud moral estricta?, de no ser así: ¿el fin justifica los medios?, ¿es necesario el engaño para inducir un determinado comportamiento ajeno?, ¿y si los fines perseguidos son también los del otro?, ¿lo colectivo excluye a lo individual?, ¿una ética social elimina a la actitud moral individual?, en todo caso: ¿necesidad de la "técnica" política? Tales los interrogantes que motivan el presente trabajo.

   1) Procedamos, primero, a un mínimo encuadramiento teórico: la actividad política, en su alcance más lato, tiene que ver con el ejercicio del poder. El  poder se ejercita en una relación social. Ésta consiste en la posibilidad de que el comportamiento de alguien influya en el de otro. Esta influencia puede ser recíproca y equivalente o no. En la segunda alternativa, se genera una desnivelación asimétrica entre quien influye y quien es influído. Cuando esta influencia se produce no por atracción sino por presión, tenemos una relación de poder. Obviamente, esta relación se da no sólo entre persona y persona, sino entre personas y grupos y entre éstos. Además, en un contexto socio-cultural. En efecto: el "hecho político" es hecho físico-psíquico-motriz, pero  también es hecho cultural. Para expresarlo mejor: es un mismo hecho de dos dimensiones. Pero ello indica, precisamente, que lo cultural se da, es cierto, pero en un sustrato real, con cuya naturaleza es menester contar. No siempre la idea pura, clara y honestamente transmitida, bastará para estimular a la conducta en un sentido determinado, sino que deberá, además, atenderse a los resortes psíquicos. Por su parte, habría que preguntarse si la misma idea política, o ideología, es idea pura o es ya, en muchos casos, argumentación que justifica o encubre intereses (no necesariamente materiales éstos, pero intereses al fin, con su carácter objetivador de la pura subjetividad). Advirtamos que "ideología" es un concepto menos teórico que práctico, puesto que para movilizar la conducta debe apelarse también a lo irracional (ha llegado a sostenerse que la razón no basta para influir en el comportamiento). El conjunto de estas relaciones (y otras) configura la estructura de la sociedad.

   2) Ahora bien, ¿cuáles son los actos que, concretamente, componen la conducta política? Recordemos algunas de las reglas de conducta política aconsejadas por Maquiavelo en "El Príncipe": que a los hombres se les debe ganar, o imposibilitar de causar daños (cap. III); que se debe debilitar a los vecinos poderosos (III); que el medio más seguro de neutralizar a un Estado acostumbrado a ser libre, que se adquiere, es destruirlo o trasladar a él la residencia (V); que la crueldad y las ofensas deben hacerse todas de una vez y los beneficios ejecutarlos poco a poco (VIII); cuando se llega a ser príncipe por el favor de los conciudadanos, necesidad de la astucia (IX); no prescindir de aquellos defectos sin los cuales al príncipe le sería difícil conservar el poder (XV); que es más seguro para el príncipe ser temido que amado por sus conciudadanos y súbditos (XVII); que puede no ser fiel a sus promesas cuando esta fidelidad le perjudica y han desaparecido las causas que le hicieron prometerla (XVIII); peligro de las adulaciones (XXIII); que prospera el que procede conforme a las condiciones de los tiempos (XXV).

   Muco se ha dicho, denunciando la inmoralidad de estas reglas. Diré sólo en su descargo, que "El Príncipe" debe ser complementado con "Discursos sobre la primera década de Tito Livio", en donde se estudian las repúblicas y en donde enseña la conveniencia de la acusación pública y la inconveniencia de las calumnias (para la primera se requieren pruebas); en donde acertadamente se afirma: "no consiste, pues, la salud de una república o reino en tener un príncipe que prudentemente gobierne mientras viva, sino en uno que organice de suerte que esta organización subsista aún después de muerto el fundador"; en cuyo cap. XVI se formula la triste verdad de que "el Estado, al llegar a ser libre, adquiere enemigos y no amigos"; contiene la insuperable regla del cap. XXIV, también del LI, de que las repúblicas bien organizadas establecen premios y castigos para los ciudadanos, sin compensar jamás unos con otros. Que Maquiavelo no hace más que describir (ver el cap. XV), y especialmente la conducta política de César Borgia (cap. VII), como ejemplo de quien accede al poder sin ejército ni fortuna propios, el que tuvo la posibilidad de lograr la unificación de Italia, malograda por la temprana muerte de Alejandro VI y por su propia enfermedad mortal. Que su actuación política lo fue en la Florencia republicana de los "populares grassi". Que en su tiempo parecía inevitable el ascenso de un príncipe para la desocupación extranjera y la unidad de Italia.

   Los medios sugeridos por Maquiavelo son públicamente rechazados con indignación por sus numerosos discípulos, quienes lamentablemente suelen no perseguir el elevado fin de éste: la independencia y la unidad de su patria. Y en definitiva: ¿nos compete el análisis de las transcriptas reglas en cuantos juicios de valor o en cuanto juicios de realidad?, ¿son ellas las expresiones de un inmoral tan sólo o el reflejo de una realidad política?, ¿interesa éste por su propia inmoralidad o porque pone al descubierto el juego político?, ¿es uno entre tantos políticos inmorales, o el único entre ellos sincero? Dejo al lector la respuesta.

   3) Siempre que se quiera obtener una obra, se deberá desarrollar una actividad en un medio, aplicando un trabajo sobre determinado material y con procedimientos para su modelación. De igual manera, y así entendido, cuando el resultado procurado sea un cierto comportamiento colectivo (para un nuevo orden social, obras culturales, etc.), se deberá actuar en una sociedad concreta, buscando influir en la conducta de sus integrantes. También entonces, se deberá atender a sus caracteres psico-físicos y se deberán emplear técnicas para su control y manejo. Sólo que, como la conducta humana es más que movimiento físico de un cuerpo, para su movilización se requerirán, además, imágenes mentales, ideas y conceptos lógicos. Es lo que empleará el político, además de los resortes psico-físicos elementales. A éstos mismos los accionará, de ser posible, no en su forma desnuda, sino encubiertos por fines superiores y principios morales (que permita verse mejor al influido y justificados moralmente los medios de influencia). Claro está que los intereses son función de la cultura social y del tipo y nivel de educación alcanzados. También del fomento de aquéllos que su estructura social tolere.

   4) Enfocado lo social en un plano que llamaré "morfológico", descubrimos el funcionamiento institucional según un juego de intereses objetivos. Éstos definen los "espacios" sociales e inducen a una cierta manera de la actividad de sus componentes. Entre esos intereses (que no solamente son materiales), encontramos los representados por la posesión y ejercicio del poder. El poder, debido a que se ejerce en un campo social limitado y a que su esencia misma es ejercerse sobre otras personas, tiene un carácter escaso y disputable. En efecto: se trata de una situación preeminente de alguno o algunos, respecto a otro u otros, quienes procurarán a su turno variar dicha correlación de fuerzas. Su misma configuración asimétrica, hace del poder un factor de tensión y desequilibrio potencial, que libera eventualmente la energía para el cambio social. Pero también anticipamos que la vida de la sociedad tiene un trasfondo cultural: hay un plexo de significaciones básicas al que los símbolos sociales aluden y en que sus integrantes se identifican. En la medida de su correspondencia con ese plano, será el sentido legítimo del poder político; será, además de poder, autoridad; será el grado de su reconocimiento por parte de la población. Porque la Historia no es sólo la sucesión de las cambiantes formas de poder; es también el testimonio de la realización del espíritu humano, cuyas huellas quedan en la piedra, en la palabra, en las instituciones. 

   5) De lo expuesto, se deduce la importancia de la educación, como medio de cultivo de intereses no materiales (evitando así la instrumentación política de los intereses materiales) y como creadora de las condiciones para la formación espontánea de valores. Presupone, también, el cumplimiento de la justicia social, sin la cual los intereses y valores culturales, de existir, son en todo caso para una élite solamente. De cualquier modo, y en última instancia, probablemente siempre se le plantee al hombre responsable el conflicto entre la actitud moral individual e interindividual y una determinada ética social. Y es que la posibilidad de esa "toma de distancia" es la existencia misma de la libertad. Cuando esa posibilidad se suprime (mediante técnicas de presión, manipulación, etc.) es la condición humana misma la que se niega.

   6) Acaso la síntesis entre la democracia formal (en la que a todos se nos reconoce como a fines, pero sólo en la forma) y una supuesta esencia nacional (en la que se afirman valores concretos, pero que son transpersonales), empiece con la asunción de la realidad socio-política. A ello pretende contribuir el presente trabajo.

   Si es necesario conocer primero al medio físico para loder luego transformarlo en nuestro beneficio, de igual manera deberemos proceder con el medio socio-cultural: alcanzar su conocimiento objetivo (libre de prejuicios) para iniciar su perfeccionamiento.

   Evitaremos así la hipocresía y el cinismo: la hipocresía de la condena moral del poder y el cinismo de su justificación amoral.

                                                                                                                         Rosario, 1985.

Juan Alberto Madile

Publicación periodística: 16 de febrero de 1985.       



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