Juan Alberto Madile - Pensamientos
Compartir:               


Sub-cultura juvenil

Ubicamos estructuralmente a la adolescencia (en una vida normal) como al período de vida que transcurre desde el status-rol

Ubicamos estructuralmente a la adolescencia (en una vida normal) como al período de vida que transcurre desde el status-rol del hijo menor de edad hasta la completa inserción del individuo en los status-roles y funciones sociales adultos.

[Sigue en el texto original, el marco jurídico-institucional del menor en nuestro país y al tiempo de realizarse la investigación, que aquí no se reproduce].

 Ahora bien: vista la adolescencia desde el otro ángulo sociológico, el cultural ¿qué contenidos de conciencia la caracterizan? ¿qué tipo de cultura conforman?

Se puede hablar de una cultura oficial (que expresa al grupo socialmente predominante), de sistematizaciones culturales (tales como el arte, la religión, la ciencia), de una cultura nacional (que expresa a la comunidad de este tipo), de una cultura de masas (articuladora del tiempo humano privado para el consumo, inducido por los órganos de comunicación social y estandarizado por la publicidad), de sistemas culturales (correlativos a los diferentes sistemas que componen la estructura social compleja: económico, político, etc.) y también de sub-culturas (contenidos de conciencia y pautas de conducta propios  de un grupo en contraste con la cultura oficial  y que representan una respuesta diferente para resolver los problemas de adaptación social).

¿Puede aceptarse que el grupo o sector integrado por los adolescentes de la sociedad occidental contemporánea expresen una sub-cultura propia?

En los casos de marginación social (que no es enfrentamiento con la sociedad, que no es rebeldía) considerados, comprendiendo tanto a los comportamientos agresivos cuanto a los regresivos, se puede analizar si hay sub-cultura y, de haberla, si se trata de cultura de oposición o si es solamente desviación en los medios que no discute las metas admitidas por el resto de la sociedad o si se trata solamente de movimiento de evasión, según los casos.

Pero que hay sub-cultura en estos casos parece notorio: basta considerar los criterios de estratificación predominantes entre los reclusos de una cárcel o las pautas de comportamiento en un grupo de drogadictos y advertir que difieren respecto de las vigentes en el resto de la sociedad.

No parece en cambio tan claro que estos criterios y pautas diferentes definan a una contra-cultura. Habría más una relación de causalidad con factores sociales que confluyen en la marginación de esos grupos, que una relación de finalidad con nuevas metas y valores sociales.

Aceptado y probado lo precedente, bastaría para reducir a manifestaciones como hippies, beats, etc. a movimientos de huída de la realidad y no de asunción de una nueva actitud frente a ella.

Y a su prueba la rendiría el hecho de que es posible comprobar relaciones bastante precisas y directas con factores como desquiciamiento familiar, haber sido víctima de malos tratos, haber sido violado y y otros semejante, mientras que, en cambio, no existe la misma claridad en relación con nuevos objetivos e intereses. Éstos, o se expresan confusamente o ni pueden ser formulados siquiera. Y no puede decirse los mismo de auténticos movimientos sociales, de cambio social, que se gestaron en el pasado.

En los casos normales (medida principalmente esta normalidad por la situación familiar y la participación en la educación sistemática, al menos en sus dos primeros niveles) los resultados de la investigación pueden resumirse así: 

a) la familia mantiene su vigencia;

b) pero ya no cubre la totalidad de la vida del joven (ni permite éste que lo haga);

c) hay mayor conciencia en el adolescente de las impotencias y debilidades de sus padres (así, no cuenta con ellos para resolver sus propias dificultades);

d) advierte que sus padres no leen y que siguen "todas las estupideces que pasan por televisión" (vale decir, que no tienen ideas ni por tanto soluciones para las situaciones personales);

e) en general, no le encuentra el joven suficiente sentido ni a la educación formal ni a su contenido, fuera de su valor instrumental para un incierto ascenso social futuro);

f) pero tampoco le contrapone conclusiones basadas en razonamientos de un género diferente a todo aquello que aprende o tiene que aprender;

g) presta atención a las solicitaciones y sugerencias de la publicidad comercial, carece de gusto por las manifestaciones de la cultura propia (p. ej., por la música popular nacional) y exhibe desinterés en los temas comunitarios, políticos y sociales;

h) carece de modelos estables y precisos (se quiere ser como se es, lo que prueba que los modelos masivos no satisfacen, pero cuando se pide una definición, la falta de respuesta o la respuesta incierta prueban que ese sentimiento vago no alcanza la imagen que lo exprese) y que sean compartidos (para que integren la personalidad pero también para que inegren a la sociedad).

Podemos entonces colegir que ha disminuido la influencia familiar y aumentado la relación con los coetáneos (sólo en este sentido mayor presencia del ambiente escolar y estudiantil), relación uniformada por los medios de comunicación social.

Atendamos al origen de clase media de las familias de la casi totalidad de los jóvenes encuestados, y aceptemos la teoría de alcance medio sobre la misma, que con P. Heintz podemos resumir así: el grupo de referencia positivo de las clases medias es la clase alta; por lo que su meta es el ascenso social individual, para sí o para sus hijos; no sustentan una sub-cultura propia sino que adoptan la oficial, aunque vivida de manera privada; también la representan institucionalmente, dado que los puestos en la magistratura y en la instrucción formal son provistos de individuos pertenecientes a las capas medias, quienes enseñan sus valores y aplican sus reglas; la importancia que en este nivel social se asigna a la educación como fuente de prestigio (lo que permite diferenciaciones internas que llevan a hablar de "clases medias", en plural).   

Lo resumido en el párrafo precedente nos permite entonces comprender la relación: clases medias - educación - profesiones - cultura social. Vale decir: la significación cultural de las clases medias, las expectativas de ascenso social individual de cuyos integrantes se canalizan a través de los niveles de educación sistematizada hasta su egreso del nivel superior y la función cultural que las profesiones cumplan (tanto en su ejercicio liberal cuanto en su desempeño en las organizaciones burocráticas). En este sentido, ha sido subrayada por T. Parsons la función del control social que se cumple en el ejercicio de profesiones como abogacía, medicina, psicoanálisis, psiquiatría.

Pero para que la relación se verifique, es menester que la actitud que responda al rol profesional no se reduzca al cálculo utilitario. Y para ello, no deben disminuir sus posibilidades de trabajo, para que no deje de funcionar el juego de compensaciones entre ingresos y prestigio social: hasta un cierto grado, el (relativo) desinterés lucrativo que las caracteriza (y que les permite encarnar lo cultural) se ve compensado por el mayor prestigio social que proporcionalmente otorgan, pero excedido ese límite, la crisis de las profesiones genera también una crisis cultural.

¿Existe, pues, una sub-cultura que expresa al joven no-marginado y de clase media? Pero antes: ¿qué debe entenderse por "sub-cultura juvenil"?

T. Parsons ha señalado algunos de los que, a su juicio, son sus caracteres principales: irresponsabilidad, repudio al interés por las cosas de los adultos, rechazo de su disciplina y expectativas, valor de ciertas cualidades de fascinación, desempeño en la educación formal, tensión en las relaciones con los adultos, predominio de los elementos humanos comunes (no especialización ocupacional).

Pero en tal caso ¿en dónde puede hablarse de sub-cultura? ¿en los jóvenes de clase media, en donde frecuentemente se la ubica, o en las franjas marginales? ¿en dónde existen las verdaderas causas estructurales para su formación?

Porque la sub-cultura ¿es el rechazo de las metas generales o sólo la adopción de nuevos medios para su consecución?

Si consiste en el rechazo de las metas, en ninguna de las situaciones de la juventud consideradas, habría sub-cultura. Si sólo en la adopción de medios marginales, que tienda a estructurarse de manera permanente, en los casos de marginación considerados únicamente la habría. Pero aún aquí, no sería más que una respuesta a la falta de oportunidades.

La conclusión sería así, de tal manera, que no habría una propia cultura juvenir, si por tal entendemos una nueva actitud (en formación) hacia una nueva forma de vida social.

¿El comportamiento que exhibe la juventud no sería más que el efecto de la planificación del consumo, aplicada en el sector más maleable de la población? ¿Lejos de tratarse de interacciones que generan una propia cultura, se trataría sólo de un común desamparo que adopta modelos de los medios de comunicación (innnovaciones aparentes que responden a una socialización del consumo) con los que no logran identificarse?

¿Esto explicaría la ambivalencia que subraya Parsons entre las innovaciones de superficie y un conformismo básico que componen una actitud inducida para el consumo?

¿Pero es acaso posible la identificación cultural con modelos sin contenido? Si la consecución de la propia identidad -que es el problema de la juventud- requiere de individualización e identificación, no siendo posible la individualización por causa de la masificación, ni la identificación por falta de auténticos modelos culturales ¿cómo lograr la integración de la personalidad que permita al joven alcanzar la plena madurez psíquica?

Finalmente, y desde el punto de vista estructural: el aumento de las facilidades educativas unido a la ausencia de posibilidades para la inserción laboral ¿agravaría el problema?

Pero la formación cultural que la educación supone ¿no aumentaría los estímulos no-utilitarios elevando la calidad de la capacidad laboral? Dependería entonces  de la calidad de la educación. La conclusión sería, así, el resultado negativo del aumento de la facilidad educativa sin una paralela preocupación por la elevación de su calidad.

Tales los interrogantes que dejo planteados sin otra intención que la de contribuir a que el problema sea atendido.                                                                          

                                                                                                                          Rosario, 1988

[La Municipalidad de Rosario y la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario habían encargado a la cátedra de Sociología, una investigación sobre la juventud que diera después lugar a su publicación por la Editorial de dicha Universidad bajo el título: "Investigación sobre la juventud", J. A. Madile.                                                                                                                                                                En tanto, se presentaba la ponencia del texto precedente, en un Congreso de Sociología en La Plata]



La pregunta que nunca termina

El hombre como deudor II

El hombre como deudor III