Juan Alberto Madile - Pensamientos
Compartir:               


El hombre como deudor I: consideraciones sobre una etica de la existencia

Por la simple razón del uso de su razón, el hombre ha debido interrogarse siempre acerca de su propia...     

Por la simple razón del uso de su razón, el hombre ha debido interrogarse siempre acerca de su propia identidad. Necesita hoy hacerlo, angustiosamente, condicionado y parcializado como se encuentra.

En efecto, todo el medio material que lo circunda es tan complejo, está ya tan trabajado y necesitado del esfuerzo especializado de tantos hombres, que éstos no se relacionan  entre sí más que por intermedio y en función de esa materia elaborada que la técnica ha incorporado al mundo social . Es ella la que se vale, para su actualización, de sus herramientas humanas.

Según esta disposición material es que se organiza la vida social. Falta de vida social en rigor, por cuanto se confiere vida a lo inerte y se afecta a la conducta humana la repetición de un mecanismo.

Entonces, ¿cómo poder verse? ¿cómo poder hacerlo a través de los demás?

Dentro de este mal entendido "eficientismo", el hombre halla que la única manera en que legitima su integración a la sociedad -desde el punto de vista de ésta- es como un útil que maneja una máquina y llena un formulario. Lo que le lleva su energía, su esfuerzo, su tiempo. Todos los demás aspectos de su vida quedan supeditados a eso. Termina objeto de una violencia que le ejercen y que se ejerce para asimilarse a res extensa, explicable apenas como fuerza que activa una operación.

Asimismo, sus relaciones con los demás son "exteriorizadas" por su trabajo y por lo que posee. La materia acerca, alejando, a los individuos por lo que no son, homogeneizándolos por lo que tienen (que es exterior) y por lo que hacen (en tanto que no refleja lo que son). Interesa en su manera de comportarse la "legalidad" de sus actos: el adecuado manejo de lo que tienen y hacen en relación con lo que tienen y hacen los demás, subsumibles en reglas de jerarquización de intereses y solución de conflictos de los mismos. Así, para satisfacerse como animal termina siendo una máquina.

En una sociedad que conserva su unidad de este modo, apenas en la inercia de sus dispositivos organizacionales lo hace, la materia trabajada necesita que el hombre la active y, por ello, el móvil de la voluntad de éste tendrá que ser la representación lógica en él, de esa materia; vale decir, el interés material. Necesidad e interés, que hacen que el hombre trabaje, integrándose a la organización económica de dicha materia. Y que lo empobrecen, al tenerlos él como exclusivo móvil de su conducta.

Podemos decir, entonces, que la sociedad se basa hoy en lo material; y, desde el punto de vista de cómo se refleja ello en el hombre, que la sociedad se funda en el interés material. Tanto es la materia lo decisivo, que el hombre contemporáneo vive con el máximo de cosas posibles, inquieto por ellas, que ni utiliza para sí, ni siquiera para descansar; produce cosas nuevas, las cambia por otras, como infundiéndoles una capacidad procreativa que a sí mismo se niega. El sabio antiguo, en cambio, procuraba ser feliz con el mínimo de cosas necesario. Las "diversiones" de la sociedad contemporánea no desmienten lo expuesto; pues ellas consisten en rebajar al hombre al instinto en el tiempo libre en que no es un mecanismo.

¿Y por qué insistimos tanto aquí con lo material? no para dejar sentado un materialismo sino justamente por lo contrario. Es porque representa lo opuesto a lo espiritual. Y en esta oposición juega el conflicto humano moral.

Si admitimos que el hombre, en su sentido auténtico, no se reduce al animal  ¿será no otra cosa que un "ser social" en el sentido antes descripto de engranaje perteneciente a un mecanismo casi-material (la sociedad), apenas?

Sin embargo, él vive a ese mundo como inhóspito. Lo prueba su compulsión a aturdirse cuando no trabaja. Y esa inhospitalidad del mundo lo hace sentirse un "extraño". Sensación de extrañeza que debiera hacerlo preguntarse ¿quién soy? ¿qué es el hombre? que siempre debió formularse como animal racional, sólo que hoy con angustia porque sabe le aguarda un vacío.

(continúa)

Juan Alberto Madile

Publicación: en Revista del Colegio de Abogados de Rosario (Santa Fe, Argentina), el 22 de marzo de 1978.



Sub-cultura juvenil

La pregunta que nunca termina

El hombre como deudor II