Juan Alberto Madile - Pensamientos
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El hombre como deudor III

Resumiendo lo expuesto, podemos concluir que, a partir de Kant, se sostiene la transparencia de la voluntad 

(viene de un texto anterior)

Resumiendo lo expuesto, podemos concluir que, a partir de Kant, se sostiene la transparencia de la voluntad frente a cualquier otro contenido (placer, utilidad, etc.) y que, a partir de Nietszche, se independiza la moral hasta de la idea de Dios. Pero entonces ¿queda la voluntad en sí? no, lo que queda es una voluntad existencialmente considerada: como voluntad que surge negando su opuesto (de ahí la expresión "esfuerzo de voluntad", lo que da la noción de desarrollo de una fuerza para vencer la oposición de las cosas; sin su oponente no se desarrolla la voluntad) y que se afirma con el otro, adquiriendo entonces un sentido moral.

Así, si nos colocamos, siguiendo la línea de este trabajo, ante el hombre moderno, sostendremos que éste es una contraposición a lo material, que en ese sentido debemos admitir su libertad, la que se temporaliza en la actitud moral, en la que interviene el otro. En un sentido heideggeriano diíramos que el hombre "es", "siendo" su conducta moral, como el mejor de sus posibles.

Sólo así va cumpliendo la prestación principal en que consiste su deuda (su carácter de deudor por no ser) y alivia su deuda respecto a las prestaciones que no cumple por todas las posibilidades que no realiza.

Una ética material no es posible (ahora "material" como "con contenido") puesto que significa negar el sentido más auténtico de la libertad humana; por el contrario, la única "objetivación" posible de la moral es la más profunda y mejor subjetivación del hombre. Pero en cambio es posible trazar que el nacimiento al menos de la actitud moral del hombre actual es, en un sentido negativo, el desinterés de lo material que es "suyo" contraponiendo un preocuparse por los demás, lo que dará lugar, como superación dialéctica, al origen de nuevos intereses no materiales (si en un sentido amplio definimos al interés, como móvil de la voluntad en la medida que la razón lo representa).

La moralidad, por todo lo dicho, es el único camino, con más razón hoy, que permite el tránsito de las relaciones negativas materiales a otras enriquecedoras entre los hombres (de elevación intelectual, de vocación profesional, etc.) pero en sí misma no es estas relaciones sino su condición (es la valoración de la profunda subjetividad de los demás, lo que puede llevar a esos otros contenidos).

Cabe preguntarse llegados a esta altura: por tal medio ¿el hombre será feliz? Si definimos la felicidad como sentimiento nacido de la satisfacción de todo los deseos del hombre, la moralidad será acaso lo opuesto: será prescindir de muchos de esos deseos. Consistirá, según lo referido, en una disciplina, en un esfuerzo de voluntad, en una difícil elevación sobre un mundo . material. Como ha dicho Kant, la virtud es un estado del alma en la lucha, dado que no es posible obtener la santidad, o total pureza de las intenciones. Sin embargo, propone la presencia de un Ser Supremo que vincule a la Moralidad con la felicidad; pero esto no es más que un postulado de la razón no demostrable, y nos hemos propuesto en este trabajo no trascenderla.

Por lo que una vida moral no depende tampoco de tratar de probar la existencia de Dios como garantía de esa vinculación, sino en la actitud responsable, desinteresada y altruísta; con total prescindencia de que exista o no. Lo que importa es poder probar esa vida. Como bien se ha dicho: para hacer un héroe puede bastar un instante, pero hacer una persona honesta lleva una vida.

Si bien como, en un sentido positivo, damos a la moralidad un carácter comunitario (no simplemente el ideal estoico de nada necesitar), sí sería posible un estado de contento del hombre consigo mismo. De modo que, si la felicidad no conduce necesariamente a la moralidad, ésta podría conducir a aquélla, siendo condición de relaciones positivas con los demás. 

Spinoza, que define la virtud como esfuerzo por buscar lo que nos es útil bajo el gobierno de la razón, es decir, conservar nuestro ser, identificando virtud con felicidad en lo que llama beatitud, se contradice cuando afirma en otra parte de su "Ética" que, sin embargo, formamos parte de la naturaleza y debemos seguir su orden, admitiendo entonces que la naturaleza no consiste en el mismo orden que la razón. La razón no es, pues, el otro atributo de la substancia simplemente, sino que conducirse de acuerdo a ella significa sacrificar muchas veces lo natural. Resulta moralmente más valioso, por ende, considerar al hombre como libre en relación con la materia no obstante necesitarla, como nosotros decimos. Pero entonces la felicidad puede perderse de vista. No es que la virtud (sinónimo de felicidad) reduzca los apetitos sensuales como él sostiene, sino que es la reducción de esos apetitos lo que conduce a la virtud (que deja de ser sinónimo de felicidad).

En suma, es posible reunir algunas conclusiones: 1) el hombre es libre; 2) esa libertad hace posible la moralidad (para Kant es a la inversa: el hecho del fenómeno moral permite postular la libertad), existencialmente, y no es concebible sin ella; 3) no existe una Ética material (p. ej., de los valores) sin que se desvirtúe el sentido de la libertad humana; 4) la afirmación de la libertad humana es sólo la condición para un difícil desarrollo de la voluntad; 5) la actitud moral es independiente (debe serlo necesariamente para ser auténtica) de la experiencia religiosa (ella no presupone al sentimiento religioso, lo que no significa que lo excluya); 6) la virtud no es un hábito (en sentido psicológico o sociológico) sino sólo en el sentido de gradual fortalecimiento de la voluntad como pilar del desinterés y la generosidad (puesto que los demás pueden ser interesados y egoístas) porque,en el otro sentido de hábito, se "opacaría" la voluntad dejando de ser libre en su modo más auténtico; 7) la conducta moral no es medio para la felicidad.

Por otro lado, no existe la sociedad o el Estado como un organismo. Puede existir, sí, como casi-organismo totalizado e incorporado por el trabajo del hombre (la materia "trabajada" como vehículo entre grupos , instituciones, etc.) pero ello deshumaniza. Lo positivo es subjetivizar al hombre, pero esto es posible sin perjuicio de lo social, cuando esa subjetivización tiene un signo moral. De ahí que la Ciencia y en particular la Tecnología debieran servir hoy para liberar al hombre de su dependencia material, pero para eso ellas deben quedar al servicio de alguna moralidad... Lo que nos lleva a creer que todo conocimiento es en última instancia práctico: debe servir para vivir mejor. 

Es que en definitiva somos siempre deudores; de nosotros mismos y de los demás; no cumplimos tampoco con nosotros si no cumplimos también con los demás. Asimismo, la deuda no se extingue. Aunque la angustia existencial nos indique que habremos de morir inevitable y definitivamente. He aquí el mérito que tiene honrar de igual modo esa deuda.

Juan Alberto Madile

Fin del artículo publicado en la Revista del Colegio de Abogados de Rosario, Santa Fe, Argentina, en 1978.

 



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