Una teoria del conocimiento
Literalmente el título dice: "El conocimiento del conocimiento", lo que parece tautológico. Pero la reiteración se despeja si echamos una
Literalmente el título dice: "El conocimiento del conocimiento", lo que parece tautológico. Pero la reiteración se despeja si echamos una ojeada a la historia del pensamiento occidental y advertimos que no siempre el conocimiento fue tenido por lo mismo.
Éste, una vez desprendido de la fantasía mitológica, osciló entre una reflexión sobre los valores del espíritu humano y una interpretación de la realidad natural. Vale decir, entre una concepción del yo y otra del universo. Pero nunca dejó de tener un objeto... a conocer por un sujeto. Ambos, como enfrentados y en relación; más precisamente, en correlación, siendo que cada uno es lo que es en su relación con el otro. Correlación no reversible por otro lado.
Pero advirtamos que la subjetividad empieza evolutivamente mucho antes: contar con un cuerpo orgánico equivale ya a subjetividad. Aún la más simple unidad de vida -un protozoario unicelular que cumple funciones vitales- es ya subjetividad; pues ha dejado de ser en sí misma un objeto. Podrá ser tomado por tal por otra subjetividad, pero no lo es en cuanto que reacciona a estímulos de modo de sostener relaciones con su entorno y habiendo dejado de ser, por tanto, algo meramente yuxtapuesto a otra cosa.
Ello, sin perjuicio de que cada célula, asociada a otras, pase a constituir órganos, aparatos y sistemas de un organismo más complejo; hasta llegar a estar dotado éste en su evolución, de un sistema nervioso con órganos centrales. Todo lo cual puede abrir el espacio a un ser que sea consciente de la existencia exterior, al par que de la propia.
Organismo que accedería así al nivel de sujeto de conocimiento. Pero sin mitificar: no es que entonces emerja un espíritu separado del cuerpo, que lo articule y comunique con el exterior. No hay dualidad cuerpo/espíritu; así como no cabe oponer cerebro/conciencia como dos entidades; ni suponer que la conciencia quede fuera de las sensaciones, siendo que ya en la percepción se dan formas o conjuntos tomados desde cierta perspectiva... lo que da inicio al proceso de pensar.
Ahora bien, desde los orígenes de nuestra cultura hubo -quedó dicho- un posicionamiento oscilante entre subjetividad y objetividad. Y así en la modernidad, con una teoría del conocimiento en desarrollo, dos fueron las posiciones que se contrapusieron en cuanto a cuál sea la esencia del conocimiento: el idealismo, según el que el sujeto impone su forma al objeto; y el realismo, donde es el objeto el que impone su imagen al sujeto. Sin embargo, no podemos negar a ninguno de ambos términos: ni a la subjetividad, porque la somos; ni a la objetividad, porque su presencia se nos impone de continuo.
Entonces, ¿por dónde partir de modo que se establezca algún vínculo? Pues no podrá ser por otra que no sea la conciencia... una vez constituido que haya sido el sujeto consciente... que además piense. Pero, ¿todo pensamiento es igualmente válido? No, sólo lo es el que tiene valor de verdad... constituyendo así, recién, conocimiento; y que es aquél en que la imagen en el sujeto, concuerda con su objeto.
¿Y a qué se debe que pensemos? A que ya en la conciencia de nosotros mismos vivimos inmediatamente al yo como sujeto de la vida interior, cuya identidad subsiste a sus actos; los que a su vez son causa de determinados procesos. Vale decir: así como nuestro yo se vive como sujeto con propiedades estables, también lo hace como causa de ciertos procesos (en la volición). De manera que las categorías de sustancialidad y causalidad, con las que pensamos y así conocemos la realidad, nos serían ya dadas en nuestra más íntima experiencia, en la interna. Quiere decir que del mismo modo que nos mantenemos los mismos por el principio de identidad, somos también causa de cambios según el principio de razón suficiente... principios y categorías que aplicamos asimismo, al mundo en que vivimos.
Por último, y más acá de su manifiesta utilidad, ¿el conocimiento nos procura la felicidad? No siempre; comprobamos que muchas veces decir la verdad nos perjudica; pero sí, que nos hace más dignos de ella. Los altos testimonios morales de un Sócrates, de un Jesús, de un Giordano Bruno, muestran que se hicieron condenar por no traicionar una idea: es el espíritu que vence a la materia... a sabiendas de que no está aquél separado de ésta... ni mucho menos, separado del cuerpo que le sirve de sustrato.
Su publicación periodística: el 03/10/2022, con el título: "La evolución del conocimiento dentro de la cultura occidental", en la ciudad de Rosario, Argentina.